Sin liderazgo no hay docencia

 

El trabajo del docente dentro del aula y, en general, dentro del centro educativo, es un trabajo en equipo en el que la cohesión es fundamental para lograr objetivos y producir sinergias. En esta cohesión tiene un papel esencial el docente, como líder del equipo y como modelo de referencia para los alumnos.

Liderar es influir para que las personas se movilicen hacia la consecución de objetivos comunes. Un docente que ejerce bien su liderazgo comunica, motiva y moviliza, generando convicción e implicación entre los miembros del equipo, es decir, entre sus alumnos y alumnas. El docente que es un líder positivo despierta sentimientos de respeto, compasión, agradecimiento, libertad, etc.


En ocasiones, el liderazgo se entiende incorrectamente y se ejerce en el aula con órdenes, obligaciones y castigos, con los que se pretende una actitud de obediencia en el alumnado, con la que, a su vez, se despierta el miedo y el odio, la tensión, la ansiedad, la frustración, el resentimiento, etc. El aprendizaje difícilmente puede ser significativo en un clima de aula donde impera este tipo de emociones, donde los alumnos se sienten obligados a realizar algo y donde no sienten implicación por lo que hacen. Sin embargo, cuando un docente entiende y ejerce positivamente su liderazgo, encauza las emociones del grupo en una dirección y moviliza lo mejor de sus alumnos, que estarán dispuestos a lograr los objetivos comunes desde la propia convicción.

No debemos obviar que las emociones se contagian y generan un gran impacto en los demás. Por ejemplo, la alegría y el buen humor del docente, o una actitud de confianza, propiciarán un clima de aula más alegre, esperanzador, en el que los alumnos se sientan valorados, en el que se confía en las posibilidades del equipo. Las emociones de un docente pueden ser potentes conductores del estado de ánimo de los alumnos. Un docente con un estilo de liderazgo efectivo es consciente de sus propias emociones y de las de sus alumnos, regulando el clima emocional del aula, en cada momento, con el fin de que favorezca la consecución de los objetivos.

De acuerdo a B. Reddin, existen ocho tipos de estilo docente: desertor, misionero, autócrata, conciliador complaciente, burócrata, progresista, autócrata benevolente y realizador. Según el test de los estilos de liderazgo de Reddin, mi estilo de liderazgo comprende, con bastante equilibrio, la mayoría de los estilos, predominando el estilo autócrata benevolente. Este estilo se caracteriza por una alta tendencia a las tareas y la baja tendencia a las relaciones en un contexto en el que la organización así lo pide también, lo cual hace que exista un rendimiento eficiente.


Teniendo en cuenta todo esto, se hace necesario preguntarnos y reflexionar acerca de las emociones que queremos contagiar a nuestros alumnos (alegría, miedo, tristeza…), ¿qué actitudes nos gustaría ver en ellos (confianza, libertad, obediencia, frustración…)?, ¿cuántas de esas actitudes tenemos nosotros?, ¿qué clima de aula queremos propiciar?

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